Preparar la transición a un acogimiento residencial

Para preparar al niño o la niña para un acogimiento residencial después de haber permanecido en un centro o venir de una familia acogedora, se suele llevar a cabo un proceso de acoplamiento cuya duración y características puede cambiar en función de su edad, la ubicación del centro y sus características. Los aspectos principales a trabajar con el niño o la niña son:

  • Sus ideas, expectativas y temores acerca de su vida en el futuro.
  • Identificar juntos las ventajas e inconvenientes de vivir en un centro de acogida.
  • Tratar las ideas que tienen los niños y las niñas sobre los centros. Mostrar fotos del centro, programa de actividades, el saludo de sus compañeros y del personal.
  • Vinculación con la familia acogedora o el personal del centro de procedencia, y en particular, la desvinculación de la persona encargada del trabajo de historia de vida.
  • Proceso de vinculación con el nuevo personal y los nuevos compañeros y compañeras del centro.

Preparar el retorno con la familia biológica

La preparación del niño o la niña dependerá de su edad y de su nivel de comprensión, pero en líneas generales es necesario tener en cuenta las siguientes cuestiones:

  • Tratar los sentimientos y pensamientos del niño o de la niña sobre su vuelta a casa. Es importante que durante todo el proceso de acogimiento se trabajen las emociones del niño o la niña hacia su familia biológica (fantasías, temores, culpabilidad,…), y muy especialmente después de visitas y contactos.
  • Dejar expresar y profundizar en los deseos del niño o niña de volver con su familia.
  • Tratar con el niño o la niña acerca de sus vínculos y del proceso de desvinculación de la familia acogedora, educadores/as, compañeros (en función del tipo de acogimiento de partida) y, en particular, de la persona encargada del trabajo de historia de vida.
  • Tratar las expectativas del niño o niña sobre su futuro con su propia familia.

Hablar sobre el plan de intervención

Siempre de acuerdo con las previsiones del plan de intervención, el grado de colaboración de su familia y las características del niño o niña, no sólo habrá que tratar con él o ella acerca de las razones de su separación, sino también sobre el trayecto previsto que puede seguir en el sistema de protección. En función de cada caso, el trabajo de historia de vida tratará con él o con ella de las expectativas, temores y deseos de volver a casa, de ir a vivir con una familia acogedora (temporal o permanentemente) o adoptiva o de permanecer en acogimiento residencial de forma permanente.

En esta cuestión, el trabajo de historia de vida ayuda al niño o niña a conocer el rumbo que va a tomar su vida futura y a afrontar las transiciones hacia acogimientos familiares o residenciales. Una de las principales técnicas que sirve para trabajar este aspecto es el camino de vida. Pero, además, hay que recordar que los niños y la niñas podrán llevarse consigo su libro de vida, su caja de los recuerdos y todos aquellos objetos y recuerdos que han ido atesorando durante su estancia en el acogimiento.

Algunas cuestiones que deben conocer los niños y las niñas en acogimiento sobre su nueva medida:

  • Información sobre el tipo de medida y su funcionamiento, así como los objetivos del plan de intervención.
  • Informar al niño o niña de la duración prevista del acogimiento actual y de la fecha del posible retorno familiar o el paso a la nueva medida.
  • Cómo se va a realizar el paso a la nueva medida y cuál va a ser el momento concreto para hacerlo. Si será un proceso gradual o si se tendrán en cuenta sus opiniones y preferencias.
  • Informar al niño o la niña sobre el cambio de colegio y sobre las características del posible centro escolar.
  • Recordar al niño o a la niña el papel de los diferentes profesionales en el proceso de acogimiento (educadores/as, psicólogos/as, trabajadores/as sociales, etc.).
  • Informar sobre las características del centro o de la familia donde va a ir.

Es preciso mantener a niños y niñas informados sobre su trayectoria futura a lo largo de todo el proceso de acogimiento e incorporar desde el inicio del trabajo de historia de vida sus expectativas, deseos y sentimientos acerca del rumbo que puede tomar su vida. En este aspecto, el papel del/la profesional o familia acogedora es muy importante ya que deberá abordar este tema con claridad, honestidad y prudencia sin generar expectativas que posteriormente no se puedan ver cumplidas.

A veces, los propios profesionales o la familia acogedora no pueden aclarar o responder a las preguntas de los niños y las niñas porque ellos mismos no saben en ese momento cuál va a ser la medida finalmente adoptada. En ese caso, lo mejor es decirle al niño o a la niña que no sabemos qué va a pasar y explicarles la complejidad de los elementos y cuestiones implicadas en la toma de decisiones.
Deben saber que el profesional o el acogedor/a les van a informar en cuanto se sepa cuál va a ser la medida y que entre tanto pueden hablar con toda confianza con ellos acerca lo que les gustaría que pasara y por qué.

Muchos niños y niñas acogidos se preguntan a menudo si los amigos/as, profesionales u otras personas que conocieron y con las que forjaron vínculos volverán a verse. Más allá de un lógico sentimiento de tristeza por la separación, algunos pueden fantasear, incluso, con la idea de que al marcharse a su casa o a un nuevo acogimiento les están traicionando o abandonando. Ofrecer al niño o la niña un espacio para expresar lo que siente es fundamental para abordar esta tristeza y detectar y elaborar con él o ella estos sentimientos e ideas.

El paso del niño o niña a una nueva medida supone también una pérdida para la familia acogedora. Por esta razón, en el trabajo de historia de vida tan importante es que el niño o la niña exprese lo que siente en relación a la separación y su nueva vida como que nosotros le expresemos cómo nos sentimos y lo importante que ha sido para nosotros el tiempo que hemos compartido juntos en torno al trabajo de historia de vida.

Reacciones ante el acogimiento

En los primeros momentos de la adaptación al acogimiento podemos observar distintas reacciones emocionales en los niños y niñas que pueden condicionar la forma y el momento más indicados para comenzar las sesiones del trabajo de historia de vida:

  • Sentimientos de rechazo hacia su situación de acogimiento. Algunos niños y niñas expresan su rechazo de forma que parece que no les afecta, como si nada hubiera ocurrido. Otros pueden negar la separación diciendo que sus progenitores vendrán pronto a recogerlos. La mayor parte de estos niños y niñas desean volver con ellos o su familia y fantasean con esa posibilidad. Con frecuencia tienen una percepción irreal o idealizada de ellos y no conocen bien ni aceptan ni comprenden la gravedad de la situación que han vivido.
  • Sentimientos contradictorios o ambivalentes. Algunos niños o niñas protestan, están enfadados e irascibles o incluso pueden manifestar conductas destructivas o desafiantes. Este enfado a veces se dirige hacia sus familiares y sienten rabia hacia ellos o hacia las personas que se ocupan de su cuidado o hacia profesionales de los servicios sociales por haberles conducido a su situación actual. Otros se sienten impotentes y están desesperados por sentirse abandonados por sus familiares. Y otros pueden oscilar entre el enfado, la desesperación y la tristeza en diferentes momentos y ante diferentes circunstancias.
  • Sentimientos de culpabilidad. Es relativamente frecuente encontrar a niños y niñas en acogimiento que se sienten responsables de la situación actual de sus progenitores, en particular si el desamparo del niño o niña ha tenido consecuencias administrativas o penales para ellos o si el niño o niña ha jugado un papel activo en el desenlace de la situación. También es posible encontrar a niños y niñas que creen que si sus progenitores les pegaban o les trataban mal era porque se portaban mal y, en consecuencia, se lo merecían.
  • Conflicto de lealtades. A veces, los niños y niñas en acogimiento pueden rehuir el contacto o la vinculación con las personas que los cuidan o con las que mantienen relaciones más estrechas. Sienten que vincularse emocionalmente a estas personas supone traicionar los sentimientos hacia su familia de origen.

¿Cómo ayuda el trabajo de historia de vida a elaborar estos sentimientos?

  1. Proporcionando a niños y niñas un espacio de tranquilidad y aceptación donde poder expresarse y hablar acerca de lo que siente.
  2. Transmitiéndoles el mensaje de que comprendemos lo que sienten y que pueden confiar en nosotros sin temor a reprimendas o descalificaciones.
  3. Haciéndoles sentir acogidos y queridos y conteniendo la expresión de sentimientos cuando es preciso.
  4. Devolviéndoles una imagen positiva de sí mismos y su historia y proporcionándoles la información y el apoyo que necesitan para afrontar su situación personal y familiar de forma positiva.
  5. Proporcionándoles información y tratando con ellos y ellas acerca de su situación de acogimiento y el plan de intervención previsto en su caso.
  6. Realizando actividades variadas e interesantes donde los y las protagonistas son ellos y ellas mismos.

De todas formas, conviene recordar aquí los límites del trabajo de historia de vida. Como ya se ha dicho, para algunos niños y niñas que han pasado por experiencias muy traumáticas y que evidencian graves dificultades de adaptación y/o diferente sintomatología clínica, el trabajo de historia de vida puede y debe esperar. Sólo cuando el/la especialista lo valore y lo recomiende
se podrá iniciar el trabajo con estos niños y niñas ya que lo más importante en estos casos es su tratamiento.

Sentimientos de pérdida

La salida de un niño o de una niña de su hogar y la llegada a un centro o a una nueva familia supone importantes cambios en la vida de los niños y niñas que se ven en esas circunstancias. Sin duda, una de las primeras tareas a lo largo del proceso de adaptació a su nueva situación va a ser hacer frente a las pérdidas.

Pérdidas de carácter físico y material. Tienen que ver con las condiciones materiales, los objetos y los entornos que le son familiares y que constituyen la principal fuente de seguridad y control sobre su vida. A veces esto lleva a los niños y las niñas a rechazar elementos de atención que le resultan extraños. Y todo ello, con independencia de que ingresar en una residencia o ser acogido por una familia sea objetivamente una mejora significativa de estas condiciones materiales.

Pérdidas socio-emocionales. El niño o la niña se ve separado de las personas a las que se siente vinculado tanto de su familia como de su entorno, sean menores o adultos. La mayoría de los niños y niñas que son separados de sus familias y pasan a alternativas de protección de acogimiento familiar o residencial pierden el contacto con su entorno físico y social y echan de menos a su familia biológica, amigos/as y a otros miembros de su familia.
Pérdidas socioculturales. El niño o la niña debe adaptarse a un entorno en el que hay diferentes relaciones, hábitos, rutinas, normas, valores y costumbres tanto en los aspectos educativos y/o culturales, como en los que tienen que ver con el ocio y el tiempo libre.

La manera en la que los niños y las niñas en acogimiento afrontan las pérdidas puede variar enormemente en función de una serie de variables:

  • Edad y momento evolutivo.
  • Características de personalidad.
  • Vinculación afectiva a la familia de origen.
  • Información y contactos con la familia de origen.
  • Información y percepción del/la menor sobre las causas de la separación.
  • La forma en que se hace la transición y el mensaje que recibe el niño o la niña en el momento de la separación.
  • Características del centro o la familia
  • El historial de separaciones anteriores.
  • El trato, el apoyo y el cariño que el niño o la niña recibe durante el acogimiento.

El acogimiento familiar no supone generalmente una ruptura de las relaciones y contactos entre los niños y las niñas y su familia biológica, de manera que la forma en que se organicen esos contactos y relaciones en la adaptación inicial, y a lo largo de toda la estancia en el acogimiento, puede tener una incidencia directa en cómo el niño o la niña afronta los sentimientos de pérdida.