De la acomodación a la adaptación: una evolución necesaria en la filiación adoptiva
La acomodación es probablemente un primer paso en toda relación válida (valiosa) y necesaria en los seres humanos; puede entenderse como un signo de salud mental, en el sentido de que alude al contacto con la realidad que posee quien llega a un “mundo” desconocido. ¿Cómo seríamos recibidos por quienes nos acogen, estando totalmente en sus manos, si actuásemos manifestando todo nuestro malestar y el miedo? En cuanto existe cierta conciencia del otro, éste es un mecanismo de defensa -sano- que se pone en marcha. Ahora bien, la experiencia de relación de muchos de los niños adoptados es usualmente sólo la de acomodación; es probable que en su pasado no hayan tenido la oportunidad de ir más allá, por lo tanto su modo de relación con el otro es básicamente en función del otro.
Las figuras parentales son decisivas en el proceso de individuación: ¿quién soy yo?, ¿dónde estoy yo?, ¿qué es “yo”? Los padres son los principales responsables, depositarios, gestores de lo que “yo” representa para sus hijos pequeños desde que nacen. En los niños adoptados este proceso de individuación está maltrecho y son sus padres quienes, con su capacidad de respeto por el “tiempo” propio del menor en la adaptación y la elaboración, dando cabida a todas sus etapas, podrán contribuir a repararlo y reencaminarlo. Ello sólo es posible si adoptan a su hijo completo, con su pasado, con sus vínculos a trozos y con su forma de ir integrando todo lo que implica ser hijo (resumen en el propio documento).
Autoría: Esther Grau
Edita: Cuadernos de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente
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