- Intentar evitar estereotipos (clichés) cuando nos acercamos al niño o la niña por primera vez. Aunque se puede comenzar con preguntas del tipo ¿te gusta el colegio? o ¿en qué curso/clase estás?, a veces es preferible comenzar con bromas sobre quién es el educador/a o la familia acogedora o lo ilusionado que estás de conocerlo o conocerla. Por ejemplo: “Tenía ganas de conocerte y la verdad es que me está gustando mucho hablar contigo…”.
- Ser conscientes que nos puede costar aceptar algunos aspectos negativos o episodios difíciles de la historia familiar y de la vida del niño o la niña.
- Ser conscientes de que el niño o la niña puede tener recuerdos dolorosos o heridas que pueden dificultar la expresión de sus sentimientos o deseos.
- No crear en el niño o la niña expectativas futuras inciertas o cuya resolución esté demasiado distante en el tiempo acerca de los trayectos de protección, el mantenimiento o no de los contactos con los familiares, etc.
- Cada niño o niña tiene una historia y unas vivencias que son personales e intransferibles por lo que siempre necesitarán un abordaje personalizado.
- Es aconsejable trabajar la historia del niño o niña a través de los aspectos positivos o que le hagan sentirse seguro/a.
- Para intentar comprender al niño o a la niña, debemos averiguar primero cómo se explica a sí mismo quién es él o ella y cómo entiende su propia situación.
- La familia acogedora debe convertirse en un interlocutor regular y predecible para el niño o la niña. Debemos cumplir lo que prometemos.
- Estar atentos a las verbalizaciones del niño o la niña sobre sus preferencias, pues nos pueden servir para apoyarnos en ellas para planificar y llevar a cabo actividades que se adapten a sus gustos y afinidades.
- A ser posible, tratar de abordar la historia completa del niño o niña haciéndole protagonista.
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